En las entrañas de El Castillo de Chichén Itzá, Yucatán, descansa el Trono-jaguar rojo.
Esta importante pieza de la cultura maya fue esculpida en piedra caliza; sus colmillos son de concha marina; sus ojos y las manchas verdes en el cuerpo del felino corresponden a incrustaciones de jadeíta.
Se cree que en este Trono Jaguar se sentó el soberano de las mayas.
México estuvo a punto de perder el Trono Jaguar cuando un diplomático de Estados Unidos intentó robarlo.
Se trata de Edward Herbert Thompson quien en 1855 llegó a Mérida como diplomático de EU.
Sin embargo, la pasión de Thompson era la arqueología. En 1893 el estadounidense compró la hacienda Chichén Itzá, que se ubica a un costado de la zona arqueológica. Desde entonces y durante más de 30 años Edward Herbert Thompson se dedicó a dragar el Cenote Sagrado de Chichén Itzá.
Se estima que en total el diplomático estadounidense se robó 30 mil piezas de la cultura maya; muchas de ellas fueron a parar museos de Estados Unidos, como el Museo Peabody de la Universidad de Harvard. También se dedicó a regalar las piezas mayas a coleccionistas o amigos suyos.
En alguna ocasión Thompson intentó llevarse el Trono Jaguar rojo.
La fascinante pieza maya ya estaba empacada para ser embarcada y sacada del país, cuando Teoberto Maler, arqueólogo austriaco que vivía en Yucatán, dio la alerta a las autoridades mexicanas quienes impidieron que Thompson robara el trono rojo.
Maler fue uno de los principales críticos del saqueo de Thompson, a tal grado que se dedicó a denunciarlo en medios de comunicación y ante las autoridades de México.
Afortunadamente varias de las piezas robadas por Thompson ya fueron repatriadas.
(Con información del documental Piedras que hablan Chichén Itzá, producido por Canal 22 y conducido por el escritor Juan Villoro)
https://www.youtube.com/watch?v=DXLN3xkcThc