La antigua catacumba judía de Roma de los primeros años de la diáspora abrirá por primera vez al público en el marco de los festejos por el Jubileo de la Misericordia, convocado por el Papa Francisco.
La catacumba de Vigna Randanini, situada entre la Appia Antigua y la Appia Pignatelli, dos de las vías consulares que se expanden desde Roma abarcando todo el territorio italiano, se remonta a entre los siglos II/IV de la era cristiana. Era conocida de arqueólogos, espeleólogos y estudiosos pero no por el público en general ya que se halla en medio de una propiedad privada y a diez metros de profundidad.
La iniciativa de abrir el complejo funerario en algunos días determinados, generalmente los primeros domingos del mes (primero de mayo y 5 de junio las primeras fechas), parte del Ministerio de Asuntos Culturales (MiBACT) y de la Superintendencia Arqueológica de Roma con el apoyo de la comunidad judía.
Con motivo del Jubileo, esta comunidad dispuso abrir algunos de sus sitios, habitualmente cerrados al público o de ingreso limitado, como la sinagoga de Ostia Antigua del siglo I o el Museo Judío y el arco de Tito, que por celebrar la victoria del emperador romano sobre el pueblo judío con la destrucción del Templo de Jerusalén, es evitado por los israelitas. Serán visitas guiadas, acompañadas por expertos y personal de seguridad, porque la catacumba es de difícil acceso y aún más de tránsito pero, aparte de la novedad de admirar un monumento hasta ahora prácticamente invisible, existe también el atractivo de observar este dédalo de cubículos, decorado con frescos que representan guirlandas de flores, palomas, pavos reales y palmas de dátiles, además del inevitable menorah (candelabro de siete brazos).
Toda la Appia Antigua está sembrada de catacumbas, no en balde la llaman la «ciudad de los muertos», la mayor parte cristianas, pero algunas también paganas mientras la de Viña Randanini es un ejemplo más único que raro.
La visita permitirá apreciar la pacífica convivencia entre judíos, paganos y cristianos antes de que estos asumiesen el poder con el falso edicto del emperador Constantino, que asimilaba al cristianismo como religión de Estado, abriendo la persecución contra unos y otros.